Escribo desde que tengo memoria. En la primaria ya era feliz cuando pedían una redacción (rarísima, lo sé). Lo que empezó como catarsis adolescente con versos intensos, con el tiempo se transformó en una forma de mirar la vida con más humor, sensibilidad y menos drama.
No quiero gritar para ser escuchada. Prefiero escribir como se habla entre amigas: con sinceridad, contradicciones y reirnos de nuestros delirios.
Comparto textos que invitan a pensar, a soltar un poco la exigencia, a entender que estar en proceso también vale. Que no tener todo resuelto no significa estar perdida.
Mis temas recurrentes son esos que todos evitamos en voz alta: el miedo a no alcanzar lo que soñamos, la presión de estar “bien”, lo absurdo de ser adulto funcional. Pero también escribo ficción, y ahí me gusta jugar con lo real hasta llevarlo al límite del disparate. Porque a veces lo más honesto es exagerar.
¿Mi superpoder emocional? Captar lo que muchos sienten pero pocos ponen en palabras. Y darle una vuelta que alivie, que conecte, o que al menos saque una sonrisa.
Este espacio es eso: un rincón donde compartir historias, reflexiones, y ese revoltijo mental que todos tenemos pero no siempre contamos.
Pasá cuando quieras. Acá no hay poses, pero sí un montón de ganas de hacerte sentir que no estás sola.