Ese momento en dónde lo único que te preguntás es como ser influencer y que te paguen por publicar cosas en Internet.

¿Te acordás cuando eras chico y te preguntaban qué querías ser cuando fueras grande? Atrás quedaron los días en los que uno estudiaba una carrera para sentirse realizado; tener un ascenso; o una tarjeta personal con tu nombre y título. Hoy en día la realización personal pasa por tener seguidores en las redes sociales y que las marcas te contraten para que promociones sus productos. Los que no son tan ambiciosos, se quedan conformes con que alguna empresa les envíe gratis un producto para hacer una reseña. Y están aun los más desesperados, que con solo una mención en las redes sociales por parte de una marca se sienten grandes.

No les voy a decir que no pensé en hacerlo en algún momento de mi vida. A ver, suena genial. Hablar sobre algo que te gusta, que te tomen como autoridad sobre algún tema. Si vamos a algo más superficial: te pagan por decir un par de cosas en un canal de YouTube, sacarte fotos y ponerlas en Instagram. Te mandan cosas gratis, te invitan a eventos, etc. ¿Qué no te gustaría de todo esto? Sin embargo, después de “intentarlo”, me di cuenta que esto no es lo mío. Como siempre, esto se resume en cinco puntos.

1.Es mucho trabajo

Me dirás, ¿mucho trabajo? La verdad es que sí. Y es aplicable a todos los campos. Tenés que estar pendiente de cada cosa nueva que pasa. De contestar todos los mensajes, de mínimo publicar una vez al día. Y cuando digo mínimo, hablo de algo tan básico que se compararía con respirar. Tenés que hablar con gente en las redes sociales TODO EL TIEMPO. Sí, lo sé, hay gente que no tiene nada mejor que hacer que en Facebook que hace todo esto por “vocación”, digamos; pero entre vos y yo sabemos que esa gente no tiene pasta de influencer.

Hay que pensar en captions interesantes, divertidos, de ver qué hashtag es trending para sumarte. No solo eso, una vez que “llegás”, tenés que lidiar con comentarios negativos, porque si hay algo que le gusta al Internet es ser cruel.

Pensalo así, ahora cualquiera puede ser famoso, necesitás un teléfono celular e Internet. Es decir, tenés que competir con casi literalmente todo el mundo. Algo así, como si fuera los Juegos del Hambre 2.0. Lo único bueno es que no tenés que matar a nadie… o sí.

2.Las cámaras me odian

No soy fotogénica. Listo, lo dije. Cuando encuentro una foto que me gusta la uso por cinco años más o menos. Mi foto de perfil actual tiene cuatro, y sí, me avergüenza decirlo. En algún momento de mi vida, si iba a publicar una selfie, buscaba 450 ángulos diferentes. Agradezco haber tenido mi adolescencia en una época donde Facebook no existía y no necesitaba buscar la aprobación de mis “amigos” con likes y todo eso. Ya suficiente tenía con la de mis padres, mis amigas, mis compañeras de colegio, el kiosquero de la esquina, y el resto del mundo. Con lo insegura que era/soy la hubiera pasado muy mal. Ahora, no sé si es la sabiduría de los 30 (pasados), el estar casada y no de cacería, o simplemente resignación que ya no me importa si la panza se me va o no. Es más, si ven mi cuenta de Instagram son contadas las fotos en las que aparezco. Y si lo hago, generalmente es haciendo morisquetas, para que no se note eso, que no soy fotogénica.

3. But first let me take a selfie. O más conocido como: pará que me saco una foto.

Como mencioné en el primer punto, tenés que publicar varias veces. Por alguna razón a la gente le gusta chusmear sobre la vida de otra gente, vaya a saber porqué ¿no?. Esto quiere decir que hay gente que le interesa qué es lo que comiste hoy. Sí sí, hay gente a la que le interesa esto. Ni te digo si de repente hacés catarsis sobre algo… ¡uff! Ese morbo que tenemos. ¿Estás preparado para ser una vidriera? Yo, no. Ya en mis veinte tuve mi catarsis twittera y no terminó bien. Al principio puede parecer interesante publicar cada cosa que te pasa, pero luego cuando te das cuenta que la gente sabe tu vida y obra te da como una cierta paranoia. Es como si tuvieras toda esta gente sentada en el sillón de tu casa sin conocerlos. ¿Invitarías a un extraño a que se siente en tu living? Todos tenemos amigos en Facebook que vimos una vez en nuestra vida o ni siquiera conocemos; pero deberían ser los menos. Además, volvemos a lo mismo, es mucho trabajo.

4.¿Narcisa, yo?

Tuve mi época narcisista en las redes sociales, no lo voy a negar, pero ahora me parece tan estúpido todo. Sí obvio, un perfil de red social es personal y por eso tiene que ser sobre vos. Lo bueno (y malo) del Internet es que cualquiera puede ser expresar lo que piensa sobre cualquier cosa.  ¡Qué sé yo! Esto de publicar selfies mías con citas inspiracionales, no es lo mío. No sé, me da cosita.

Muchas veces digo, mi sueño sería hacer un monólogo de stand-up. Los que me conocen en la vida real saben que soy bastante extrovertida y hasta puedo pasar por amigable. Pero el mero hecho de hacer un self video hablando de estupideces (porque afrontémoslo es lo único que yo puedo llegar a decir) me da vergüenza. No me veo por la calle sosteniendo el teléfono contando lo último que me pasó; para eso tengo twitter. 404 sarcasm not found.

5.No tengo vocación de porrista

Los influencer tienen que ser personas con mucha energía. No soy el tipo de persona que se la pasa haciendo comentarios positivos de las cosas. No lo voy a negar, tuve mi época de la citas inspiracionales; pero soy más del tipo de personas que comparten memes y si son de humor negro, mejor. No me molesta decir que soy más alimonada para estas cosas, y hasta me enorgullece. Me gusta ese tipo de humor agrio que tenemos los porteños.

Para ser influencer necesitás ser positivo, y toda las buenas ondas, vibras o como quieras llamarle. Algo así como “uy chicos, esto está buenísimo”; “Wow, ¡qué interesante!” y “los super amo”. Ojo, no digo que soy una amargada a la que todo le viene mal, al contrario. Cuando enseño en mis clases intento ser siempre super energética, positiva y efervescente. Creo que la diferencia sería que realmente me divierto y la paso bien en mis clases, lo cual hace que todo esto me salga natural. Será que aún no encontré nada en las redes sociales que me divierta, excepto los memes.

Quiero que entiendan que no desapruebo todos los comportamientos que veo en las redes sociales. Hay muchos influencers que sigo y me encantan y me dan muy buenas ideas. En este momento voy a citar a una de mis personas favoritas, Amy Poehler. “Lo que es bueno para ti no tiene que ser bueno para mí”.

No sé cómo llegué a esto, se suponía que quería darle un giro gracioso al tema y terminé haciendo un ensayo ético-filosófico. Oh, bueno, ¿qué se le va hacer? Y sí, este post puede ser producto de la venganza/envidia de aquellos que llegaron a ser influencers. Al estilo, la que critica la actual novia de su ex, y todo ese jazz. En fin, es solo para mostrarles que no me interesa nada de nada. Haciéndome la difícil. Así que Nike, ni lo intentes. Mentira… ¡llamáme!